La primera vez que se subió a unos tacones tenía 5 años. Eran de su mamá, como el lipstick fucsia (Chanel, por supuesto) que se robó del cajón; se vio en el espejo y ya no pudo parar. Su obsesión por las cremas, el blush, las mascarillas, los lip ghlosses, las sombras, los barnices y todo lo que tenga un poquito de brillo la llevó a la MAke-Up Designory en Nueva York donde se convirtió en makeup artist profesional.